Un historiador que ignora y distorsiona los hechos ya no es un historiador; se convierte en un propagandista. Ese es el papel que jugó el profesor Miguel Tinker Salas en un reciente simposio organizado por la Universidad de Houston sobre la crisis en Venezuela. El evento, que tuvo lugar vía Zoom, se enfocó en las distintas facetas de las migraciones de venezolanos a países de Sudamérica y el Caribe.
Tinker Salas, que trabaja en Pomona College (California), y se especializa en historia de Venezuela, fue el encargado de abrir el simposio con una presentación sobre la historia política y social del país en el siglo XX y principios del XXI. Su presentación estuvo llena de medias verdades, mentiras y distorsiones de eventos recientes. Ignorando los hechos históricos (sí, los hechos son importantes), este profesor afirmó que la república democrática civil dio la espalda a los países latinoamericanos para alinearse con los mandatos geopolíticos de Estados Unidos, contrastando con el supuesto viraje que habría dado el chavismo en apoyo a los países de la región.
Cualquier historiador medianamente competente (las fuentes están disponibles a un simple clic de Google) sabrá que esta afirmación de Tinker Salas no es cierta.
Todos los gobiernos de la república civil desde 1958 en adelante tuvieron una política de solidaridad con los países latinoamericanos y del Caribe. El gobierno Betancourt apoyó la lucha de los dominicanos contra el dictador Trujillo, como también denunció la injerencia de la incipiente dictadura comunista de Castro en Venezuela y en otros países. La doctrina Betancourt estipulaba que no se debían reconocer regímenes de fuerza, ya fueran de derecha o de izquierda.
Los gobiernos democráticos venezolanos apoyaron las iniciativas de integración económica de la región como el Pacto Andino y el Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA). Vale la pena mencionar que Chávez decidió sacar a Venezuela de la Comunidad Andina, impulsó la integración de Venezuela en Mercosur (por su cercanía ideológica y crematística con los gobiernos de Lula en Brasil y Néstor Kirchner en Argentina), y promovió la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) de la que ya no queda casi nada.
El primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (CAP) apoyó la lucha de los sandinistas contra la dictadura de Somoza, un apoyo que fue decisivo en la victoria militar que produjo el cambio político en Nicaragua. Después, en su segundo gobierno, CAP le daría apoyo a Violeta Chamorro para resguardar su seguridad como presidenta (el caso famoso de la partida secreta) y así lograr una cierta estabilidad democrática en el país centroamericano.
No se puede olvidar la política de denuncia y aislamiento de los gobiernos venezolanos contra la dictadura militar de Pinochet en Chile, y la solidaridad con los refugiados políticos de las dictaduras del Cono Sur (Argentina, Chile y Uruguay) que encontraron en Venezuela un hogar. O el papel del gobierno de Luis Herrera Campíns en el proceso de paz en Centroamérica, y la posición de ese mismo gobierno de apoyo al reclamo de Argentina sobre Las Malvinas. Así podríamos citar muchos hechos que contradicen la afirmación del historiador Tinker Salas.
La presentación de este profesor también omitió ciertos matices importantes de la época de la república civil. Describió ese periodo como la consolidación de una Venezuela consumista para unos pocos y el empobrecimiento de las grandes masas. Las medias verdades en boca de un historiador también son problemáticas.
Tinker Salas no mencionó que los gobiernos de la república civil lograron éxitos en salud pública, como la erradicación de la malaria (que ahora ha regresado por la incompetencia del chavismo).
La masificación de la educación, la construcción de uno de los complejos hidroeléctricos más grandes del mundo (ahora los apagones son moneda corriente en la Venezuela chavista), la nacionalización de las industrias del hierro y el petróleo (PDVSA está hoy destruida en un país petrolero que tiene que importar gasolina), la construcción del sistema de transporte público Metro de Caracas (otra víctima de la destrucción chavista), y tantos otros logros materiales, sociales y culturales.
Claro que hubo problemas en la república civil. El empobrecimiento de la población que comenzó en la década de los ochenta creó el caldo de cultivo para abrirle las puertas al populismo autoritario de Chávez. La corrupción hizo mella en el sistema político, pero el chavismo ha superado todos los niveles de robo de los dineros públicos con una impunidad rampante. Los ejemplos sobran, y el profesor Tinker Salas solo tiene que investigar un poco para constatar los hechos que tanto prefiere ignorar.
Otra manipulación de este historiador fue cuando afirmó la oposición había retirado los retratos de Simón Bolívar de la Asamblea Nacional en 2015, en el momento en que la coalición democrática ganó la mayoría del parlamento. Lo que en realidad ocurrió es que se retiraron los retratos de Hugo Chávez (parte del culto a la personalidad que impulsa Maduro) y la representación gráfica del Bolívar que Chávez mandó a recrear digitalmente a su imagen y semejanza, después de haber profanado la tumba del héroe en el Panteón Nacional. Esas imágenes fueron sustituidas por el retrato que el mismo Libertador había descrito como el más ajustado a su apariencia. Pero esta fue solo una distorsión “menor” de los hechos, en comparación con la colección de manipulaciones y omisiones que un historiador honesto no se debería haber permitido en un foro académico.
Omisiones y delirios
Muchos profesores en Norteamérica, Latinoamérica, Europa y Australia prefieren ignorar los hechos y promover una agenda ideológica cuando se trata de estudiar el caso venezolano. El simposio en cuestión fue una muestra de ello, aunque es importante resaltar que muchos de los académicos que presentaron allí diferentes perspectivas sobre la migración de venezolanos a los países andinos, el Caribe holandés (Aruba y Curazao), República Dominicana, Trinidad y Tobago, Guyana, y Brasil, lo hicieron de forma bastante equilibrada, con investigaciones sustentadas en datos y hechos verificables.
Sin embargo, llama la atención que en un largo simposio de más de tres horas (una exageración en Zoom), ninguno de los ponentes (ni uno solo) mencionó las violaciones a los derechos humanos del régimen de Maduro documentadas en los reportes de la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet.
Nadie mencionó la devastación ecológica, sanitaria, social y criminal producida por la explotación salvaje de oro y otros metales en el Arco Minero al sur de Venezuela.
Ninguno de los académicos se acordó del éxodo masivo de profesores universitarios, de los ataques a la libertad académica, el desfinanciamiento de las universidades públicas autónomas, de los estudiantes asesinados por las fuerzas militares y policiales, y de un largo etcétera que debería removerles la conciencia moral. Nada. Silencio absoluto.
La Dra. Sujatha Fernandes, socióloga de la Universidad de Sydney (Australia), quien cerró con una “imaginativa” ponencia el simposio, dijo que las sanciones de Estados Unidos contra el régimen de Maduro habían obligado a los chavistas a depender más de la “economía extractivista” (única referencia muy indirecta al Arco Minero), como si todo el aparataje económico-político del socialismo bolivariano no estuviera basado en un rentismo exacerbado desde los tiempos de Chávez y mucho antes de las medidas de los gobiernos de Obama y Trump (incluso con la participación de empresas petroleras y mineras norteamericanas).
El delirio ideológico de la profesora Fernandes llegó a su cúspide cuando afirmó que el futuro está en un socialismo “indo-africano” definido a partir de parámetros étnico-culturales (Marx se revolcaría en su tumba londinense). Claro que la profesora Fernandes nunca podrá reconocer que ese supuesto “modelo” ya se ha aplicado en Venezuela con las consecuencias desastrosas conocidas. Chávez vendió su revolución como una épica étnica de retorno a las raíces de un supuesto socialismo primitivo de los aborígenes americanos.
Estamos ante discursos huecos de profesores que son incapaces de reconocer los hechos que tienen enfrente. Están cegados. Construyen “sus verdades” sin rigor científico y sin una pizca de honestidad intelectual.
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