La Merkel, el Poema.
Por José Angel Borrego
“La Merkel”, un apelativo contentivo de todo el afecto posible de ser obsequiado a un ser humano. Ángela Merkel no podía cerrar su pasantía de 18 años por el gobierno alemán sin una despedida tan sencilla como sencilla es ella. Ángela Merkel es un poema a la grandiosidad del amor entre los hombres de buena voluntad, no muy prolífica la especie entre la fauna política. Merkel jamás será olvidada porque ella supo hacer que Alemania olvidara el viejo trance de la II Gran Guerra, aun proviniendo ella misma del Este Berlinés de su nación, afligido desde 1945 hasta la caída del Muro de la Ignominia Roja del comunismo aciago de la Cortina de Hierro. Ángela Merkel aceptó el reto de unificar las dos alemanias y lo hizo en un lapso que nadie habría concebido factible. El progreso alcanzado por esa nación dúplex en solo 18 años (tres menos que el cataclismo chavista) no calza parangón esgrimible.
Ángela Merkel no puede ser comparada con jefe de Gobierno alguno en el planeta porque sus dones no son solo administrativos ni políticos. Cada uno supera los más profundos linderos que cualquier gobernante haya trazado, pese a gobernar, ella, por tan prolongado lapso y dentro de situaciones de imprevisible conflictividad. Se marcha porque ella decidió marcharse y ofrecer terreno suyo a quien deba sucederla, que heredará, más que una posición cúpula en el mundo y en particular en Europa, el reto de al menos semejar su mañana al ayer de Ángela Merkel.
Los periodistas la acosaron inclementes por sus cualidades humanas al no poder restregarle yerros gubernamentales. Hubo quien tuvo el candoroso tupé de cuestionarla por usar "la misma ropa". Y otro indagó sobre su inexistente personal de servicio doméstico. En su viejo apartamento la señora Merkel sonreía con timidez inocultable ante la impudicia babieca del rostro amarillista de incisivos émulos de Tomás de Torquemada.
Ángela Merkel soportó estoicamente la arrogancia y pésima urbanidad de Donald Trump quien aun ante cámaras de televisión volteó hacia el lado contrario para despreciar su saludo amistoso. Ella hizo de argamasa en infinitas ocasiones para evitar fisuras en la Unión Europea “fracasando” solo con el Reino Unido (Brexit) porque los ingleses…son ingleses.
Nuestros eternizados mandantes criollos reirán perplejos asombrados porque una verdadera jefe de un verdadero gobierno y un verdadero país, renuncie voluntariamente a permanecer nadando en mieles que nunca pudieron empalagarla.
Adiós, Doña Ángela. Su imagen será venerada por los demócratas del planeta ad infinitum en el más honorable Olimpo.
José Angel Borrego
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