Las presiones hicieron ceder a Andrew Cuomo. El gobernador de Nueva York renunció a su cargo este martes, en medio de un torbellino de acusaciones, en las que se le señala de haber incurrido en acoso sexual.
De acuerdo con un informe, elaborado por expertos independientes y avalado por la Fiscalía del estado, Cuomo abusó de una oncena de mujeres. Algunas víctimas fueron empleadas de su despacho. Otras continúan trabajando para su oficina.
El reporte, derivado de una pesquisa que se extendió por cinco meses, indica que el mandatario regional cometió abusos “al avanzar con toqueteos, besos y abrazos no deseados y no consentidos”.
Al divulgar el dossier, la fiscal general de Nueva York, Letitia James, aseguró que el dirigente “violó la ley federal y estadal”. James añadió que el gobernante formuló “numerosos comentarios de naturaleza sexual sugerente, que generaron un ambiente de trabajo hostil para las mujeres”.
Con tales denuncias como telón de fondo, la reputación de Cuomo se vino a pique. Su cabeza empezó a ser solicitada por las altas esferas del poder, tanto en su estado como en Washington D.C.
El martes de la semana pasada, el presidente Joe Biden y la presidente de la Cámara de Representantes del Congreso, Nancy Pelosi, se pronunciaron a favor de su dimisión.
Entretanto, la Asamblea Estadal, nombre que recibe la Cámara Baja de la legislatura neoyorquina, empezó a trabajar en un proceso de juicio político que, seguramente, desembocaría en una destitución deshonrosa.
Sabiéndose acorralado, Andrew Cuomo decidió “dar un paso al costado”. Antes de hacerlo volvió a defenderse.
“El informe decía que acosé sexualmente a 11 mujeres, ese fue el titular que la gente escuchó, vio y reaccionó”, dijo este 10 de agosto. “La reacción fue de indignación y debería haberlo sido”, continuó. “Sin embargo, (el hallazgo del reporte) también era falso”, concluyó.
El líder demócrata, quien cree que la “controversia” tiene un trasfondo político, se excusó asegurando que siempre ha sido una persona afectuosa y reconoció que ello pudo incomodar a algunos.
“He estado demasiado familiarizado con la gente. Mi sentido del humor puede resultar ofensivo y desagradable. Abrazo y beso a la gente casualmente”, explicó.
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