En esencia, la posesión de armas, por parte de los Estados, del llamado mundo civilizado, se justificaba para garantizar la soberanía de los mismos.
Las armas sólo debían ser usadas para preservar la paz, la integridad y los bienes de los ciudadanos de cada nación.
Hoy vemos con preocupación, como las armas de un Estado son usadas para someter, política e ideologicamente, a pueblos indefensos que sólo exigen sus derechos y claman por libertad.
Y lo más triste es que quienes deberían evitarlo no actuan.
Así nunca veremos un mundo mejor.
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